Tras varios días de negociación, la Comisión Internacional de Derechos Humanos de la ONU firmó un acuerdo para la “promoción, protección y disfrute de los derechos humanos en Internet”. El texto enfatiza en varios puntos la necesidad de garantizar la privacidad y la libertad de expresión en Internet. Y pese a que lo estipulado en el acuerdo no es sino una obviedad que no se tendría por qué especificar, la realidad es que documentos como éste son más que necesarios en los tiempos en los que vivimos.
El acuerdo fue firmado por consenso, pero no sin objeciones. Rusia y China trataron de modificar el texto por medio de enmiendas, en las que se buscaba sobre todo cambiar el tono para suavizar el énfasis en cuanto a libertad de expresión y el acceso a Internet como un derecho humano. Países como Sudáfrica, India, Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos votaron a favor de estas enmiendas, que fueron denegadas por la mayoría de los miembros participantes, incluyendo México y Estados Unidos.
Pese a que el acuerdo aboga por estándares sólidos de derechos humanos, la situación global en cuanto a libertad de expresión en Internet requiere de mayor especificidad y compromisos más contundentes para resolverse. Thomas Hughes, director ejecutivo de Article 19, una ONG internacional cuya prioridad es defender la libertad de expresión y la libertad de información, dijo que “en futuros acuerdos del Consejo de Derechos Humanos, los estados tendrán que enfrentar estas problemáticas de lleno, incluyendo leyes abusivas que van en contra de la disensión legítima en línea, esfuerzos gubernamentales para minar el anonimato y la encriptación de datos, así como los intentos de ejercer presión sobre actores privados de tecnologías de la información y comunicación con fines de censura.”
Un acuerdo para proteger el Internet como lo conocemos y amamos
Una de las finalidades del acuerdo es acercarse al cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, promoviendo el acceso a Internet como un derecho y sugiriendo a las naciones cerrar la brecha tecnológica entre clases sociales. Según el acuerdo, Internet es una plataforma fundamental para el presente y futuro de la humanidad. Internet debe dejar de considerarse una comodidad y pensarse como un derecho, pues al igual que la escritura es necesario para garantizar una buena calidad de vida.
El acuerdo también aclara que al tratarse de una herramienta que permite el acceso a una cantidad enorme de información, es fundamental para cerrar las brechas entre hombres y mujeres en cuanto a educación, trabajo, y reconocimiento de derechos fundamentales. Reconoce también que el Internet es una herramienta global que nos permite comunicarnos y conocer el mundo sin fronteras y que para mantenerlo así es necesario evitar la censura, así como facilitar el acceso, tanto por medio de instalaciones de uso gratuito como capacitación.
El Internet, según el acuerdo, debe ser una plataforma al alcance de toda la humanidad, para el beneficio de la humanidad. Debe ser libre y abierto, para permitir la innovación, el desarrollo como especie, el aprendizaje, la libertad de expresión y de información. Es decir, que según la ONU y la CIDH, el Internet debe ser el Internet que todos amamos y disfrutamos por lo que es: el Internet. Dicho con otras palabras, el acuerdo busca proteger la plataforma de información y entretenimiento que hemos creado nosotros mismos de quienes buscan monopolizarlo para censurar sus contenidos, es decir, nuestros gobiernos.
¿Qué tan cerca estamos realmente de un Internet libre y sin censura?
Mientras que la firma del acuerdo puede ser celebrada por muchos, que sea necesario hacer una numeración tan puntual sobre lo que Internet debe ser es más que preocupante, y que no haya sido firmado hasta ahora lo es aún más. Por un lado, sorprende que una nación alimentada por un afán de control absoluto sobre Internet, como lo es Estados Unidos, haya firmado el acuerdo (no olvidemos las propuestas para implementar las leyes SOPA y PIPA, por ejemplo). Por otro lado, que el acuerdo haya sido firmado no garantiza su cumplimiento.
México puede firmar el acuerdo pero, ¿cómo garantizará los derechos de libertad de expresión en Internet de sus ciudadanos cuando no existen garantías reales sobre los derechos humanos en el país? En temas igual de delicados, ¿cómo podría un país como México “cerrar la brecha de género” en cuanto a tecnologías de la información y comunicación, cuando la población civil no termina de entender la lucha por igualdad de derechos de las mujeres?
Es muy difícil imaginar que una propuesta como ésta sea suficiente para acercarnos a una cultura del respeto a los derechos humanos, sobre todo en regiones como América Latina, pero que se encuentre en papel al menos nos permite tener un punto de apoyo. Que la ONU reconozca al Internet como un derecho básico y no una comodidad nos habla de un cambio de ideas. Quizá no está tan lejos el día en el que el alfabetismo digital se entienda como un principio humano, como ahora entendemos el saber escribir, en vez de una plataforma para la diversión de unos cuantos.
Al menos en papel suena bien. Por lo pronto, Estados Unidos ya está buscando soluciones a la brecha digital, pero en países como México aún se batalla por tener una conexión digna a Internet sin pagar un ojo de la cara. Falta aún más para hablar de una mayoría de usuarios competentes de Internet, y en parte tiene que ver con que, pese a la relevancia que tiene como herramienta humana y que es una parte fundamental para la economía de un gran sector de la población, la larga lista de problemas urgentes por resolver crece más cada día.
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