Anteriormente, hice un artículo sobre la afrenta que YouTube mantiene con músicos, que, como enuncié en el título, es un cuento de nunca acabar. Hace poco, surgió una nueva petición en varias revistas de la capital de EUA, —Politico, The Hill y Roll Call— que confirma esa aseveración: 180 artistas —entre ellos, Taylor, Gaga, Katy, Jennifer Hudson, Paul McCartney, Yoko Ono, Amy Grant Kacey Musgraves, y 19 organizaciones y disqueras— solicitan a través de ella una reforma de la Digital Millennium Copyright Act (DMCA), misma que regula los derechos de autor en línea, pues afirman que esta ley le ha permitido a las mayores compañías tecnológicas crecer y generar ganacias enormes mediante la creación de servicios que ponen a disposición de aquellos poseedores de un teléfono inteligente, casi todas las canciones que se han grabado a lo largo de la historia; mientras que los ingresos de los compositores y artistas continúan disminuyendo.
Es decir, YouTube, Spotify y derivados están volviéndose ricos a costa de contenidos que no son de su propiedad, y además, malpagan a los autores. Según ellos, en la DMCA hay vacíos legales que los privan de sus derechos legítimos, y que las solicitudes de derribo de derechos de autor, las cuales requieren que el titular de los derechos de autor presente por cada infracción, no son fáciles de hacer y no tienen el alcance suficiente que deberían. Como bien dice el sitio Jezebel, lo que pretende Taylor Switf —¿o su sello discográfico?— es obtener remuneración por todos aquellos covers de Style —por si no sabías, es uno de los mayores hits de la cantante—.
No obstante, para algunos, estos puertos seguros en la ley, que le otorgan ventajas económicas a YouTube, por ejemplo, son necesarios. La fundación sin fines de lucro que defiende las libertades civiles en el mundo digital, Electronic Frontier Foundation, afirma que sin ellos se corre el riesgo de que varios intermediarios on line prescindan de ofrecer servicios de alojamiento y transmisión de contenidos generados por los usuarios; lo cual significaría un impedimento para la innovación y la libre expresión que el tan preciado Internet nos ha brindado.
Entonces ¿de lado de quién hay que estar, del de las discográficas y sus artistas o de la libertad de expresión? Pues el escenario ideal sería uno donde la creatividad de los usuarios surja sin tantas complicaciones —como las que Sony Music impuso a la Hudson Valley Bluegrass Association; la compañía "tumbó" varios videos de conferencias de la HVBA, ya que éstos contenían música bluegrass con copyright, aun considerando que no tenían una intención monetaria sino educacional; para que la HVBA mantuviera publicados sus contenidos debía pagar una cuota de $500 dólares, establecida en una nueva política de Sony— y se le pague a los artistas una cantidad justa o más elevada.
Sólo nos queda esperar si habrá alguna solución a corto plazo, con tantas peticiones y reclamos por parte de los músicos son inminentes los cambios; y, si los hay, debería contemplarse principalmente a los artistas más que a las disqueras; las acciones de Sony Music descritas en el párrafo anterior nos hacen pensar que los sellos discográficos de mayor renombre son los que realmente están presionando para que se reforme la DMCA, y se están escudando bajo sus representantes creativos. No nos dejan más opción. ¿El verdadero problema son las disqueras o plataformas como YouTube? Aunque esto es otra historia, no es secreto que las labels (no todas, supongo) se quedan con la mayor parte de las ganacias...
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