Expresaré lo que el resto de los expertos en la industria piensan, pero casi nadie está dispuesto a decir abiertamente: el Apple Watch será un rotundo fracaso. Esto no lo pensamos sólo por su auténtico valor en el cada vez más saturado mundo de los wearables, sino porque tenemos en cuenta la perspectiva de Apple.
"Queremos iniciar 2010 con la introducción de un producto realmente mágico y revolucionario: el iPad." ―Steve Jobs
Cuando Steve Jobs presentó la primera versión del iPad en enero de 2010, prefirió comenzar explicando cuál era el verdadero propósito de una tablet —la que fuera— en la vida diaria y cómo se distinguía de lo que podían hacer los smartphones o las laptops. "¿Hay algo en medio de esas 2 categorías? El desafío es enorme, pues para crear una categoría nueva que encaje en ese lugar, tiene que ser mucho mejor en aspectos clave: navegar la web, ver videos, jugar, leer eBooks. Si falla en superar a los smartphones y las laptops en ciertas cosas, no tiene razón para existir." En ese entonces el icónico fundador de Apple demostró nuevamente que la virtud de Apple iba más allá de su gran atención a los detalles o su capacidad para perfeccionar conceptos, pues dio una respuesta muy poderosa para un problema que ―en apariencia― no existía.
Debido a que con el Apple Watch todavía no queda claro cuál es la pregunta que la compañía está respondiendo ni en qué aspectos supera a otras categorías de producto, podría decirse que carece de razón para existir y, en consecuencia, que su propuesta está destinada a fallar.
Siendo justo, admito que el fracaso es más culpa del formato de wearable o de reloj inteligente que de Apple. El dilema está en que muchas personas —y hasta sus creadores—califican al Apple Watch como el redentor de los smartwatches y el futuro del Internet de las Cosas, cuando en realidad es una propuesta más, sin nada realmente mágico o revolucionario. Para cumplir la promesa, el Apple Watch tendría que haber sido genuinamente innovador y acertar justo donde los otros han errado. Eso pasó con el iPod, que se convirtió en el ejemplo del reproductor MP3 más deseable, también con el iPhone, cuyo concepto fue ―desde el inicio― el prototipo idóneo de smartphone; ni se diga con el iPad, que hizo triunfar el formato de tablet cuando otros no tuvieron éxito. Por su parte, el Apple Watch carece de la chispa de genialidad que brilló en sus antecesores.
Aunque el nuevo Apple ha sido más eficaz que el Apple de antaño —liderado por Steve Jobs— para hacer dinero, está perdiendo su capacidad para inventar y parece que sólo queda talento para perfeccionar. Por esa razón, la compañía usa retórica para tratar de convencernos de que el Apple Watch es lo más eficaz que existe para registrar el paso del tiempo, ejecutar actividades de acondicionamiento físico y comunicarnos. Aquí quiero dejar algo claro: no hay forma de que un Apple Watch sea mejor que el iPhone para comunicarse, ni en este universo ni en cualquier otro. Si bien el smartwatch de Apple presentará innovadoras formas de interacción con amigos o familia, difícilmente superará la conveniencia y privacidad de escribir mensajes en tu teléfono o de iniciar una videollamada con una pantalla de tamaño apropiado. Por cierto… enviar tus latidos a seres queridos suena llamativo e íntimo, pero nada revolucionario.
Por otra parte, aunque el componente de ejercicio luce bien ejecutado en el Apple Watch, no aporta algo nuevo al actual ecosistema. La precisión de los sensores es importante, pero a pesar de tantas promesas de Apple, la capacidad del reloj en este aspecto es muy limitada y ―en todo caso― obtienes los mismos resultados si tienes un iPhone en el bolsillo. Al margen de que esa deficiencia se deba a problemas de software, el hecho es que como monitor de actividad física el Apple Watch ofrece la misma funcionalidad que el resto de sus competidores. Ni qué decir de la decepción que causó el smartwatch de Apple al complicar algo tan trivial como mostrar la hora. No espero que este reloj reinvente el modo de llevar registro de las actividades diarias —para eso probablemente algún desarrollador lance una app similar al Timeline del Pebble Time—, es sólo que en lugar de agilizar ciertas cosas, el Apple Watch las complica.
Apple dice que será vital contar con un iPhone para tener acceso a todas las funciones del Apple Watch
Es fácil argumentar que el Apple Watch es un facilitador de todo lo que hacen los smartphones: es más sencillo acercar la muñeca a los ojos para ver una notificación que sacar el teléfono y encenderlo. Por otro lado y como demostró el Pebble desde sus inicios —igual que tantos smartwatches en años recientes—, si de todos modos tienes un celular en el bolsillo, ¿cuál es el propósito de tener una segunda pantalla que sólo replica lo que hace la primera? El Apple Watch es muy dependiente del iPhone, incluso más de lo que un Gear S depende de los teléfonos Galaxy S, así que al menos por ahora es preferible contestar correos, navegar la web o revisar redes sociales en el teléfono que en la sofocante pantalla de un reloj.
Es obvio que hay mucho futuro para el Apple Watch y, a decir verdad, negar que abre un mundo de posibilidades sería equivalente a declarar que los wearables desaparecerán. Apple promete que, en algún momento de los próximos años, su smartwatch será la clave para interactuar con todo lo que nos rodea y que se adelantará a cada necesidad. Como si se tratara de la ficción que propone Minority Report, el Apple Watch hará que el mundo reaccione ante nuestra presencia; el inconveniente, sin embargo, es que su potencial reside en el futuro, no en la actualidad. Del mismo modo que la Newton de Apple fracasó por adelantarse a su tiempo, al ecosistema del Apple Watch le falta una infraestructura que saque provecho de su propuesta. Lamentablemente, Apple enfrenta el problema del huevo y la gallina: para desarrollar esa plataforma de ensueño que unirá al hogar inteligente y cada aspecto de la vida, necesita basarse en experiencias únicas, pero antes requiere apoyo para crear esa plataforma que potenciará las experiencias únicas.
Algo similar ocurre con Apple Pay, pues para que los establecimientos comerciales se sumen al sistema de pago de Apple, exigen que el servicio tenga más aceptación por parte de los usuarios y los usuarios emplearán el servicio con frecuencia cuando más establecimientos lo permitan. Si la industria todavía no logra ponerse de acuerdo para la creación de un estándar en cuanto a pagos electrónicos ―a pesar de que hay centenares de millones de smartphones en el mundo―, Apple será todavía menos efectivo para crear un tipo de experiencia esencial con sus pocos millones de Apple Watch.
No importa que el Apple Watch se esté vendiendo tan bien o que incluso haya superado las expectativas, al final, se trata de un producto defectuoso, limitado en funciones y hasta incompleto. Es obvio que el músculo publicitario de Apple y su imponente presencia en el mundo de la tecnología provocarán que mucha gente desee un Apple Watch. Es más, puedo asegurar que el inventario inicial —el que se distribuirá durante los siguientes meses— se agotará varias veces, sólo por el contagio de consumo que suele acompañar a cada producto de Apple. Pero una vez que se agote la fascinación, los fans de Apple y los primeros entusiastas del Apple Watch se quitarán el reloj de la muñeca y lo olvidarán varios meses… hasta que Apple llegue con alguna otra novedad.
En lugar de pensar en una forma de replantear el concepto de smartwatch para hacerlo único, Apple se limitó a seguir el ejemplo —irónico, cuando antes era quien definía las tendencias— y simplemente trató de crear una declaración de moda, basada en notificaciones sencillas, apps rotas y características sin pulir. Una vez más, no es del todo culpa exclusiva de Apple, pero se convirtió en el chivo expiatorio de la industria gracias a la constante jactancia de Tim Cook y Jony Ive acerca de la superioridad que tiene su propuesta frente a todos sus rivales. Lo cierto es que aún si Apple eligió el nombre de Apple Watch para evitar complicaciones legales, esa decisión explica ―desde mi perspectiva― que la nueva visión de la compañía quería un proyecto propio y no uno que heredara las máximas de Steve Jobs. Puede parecer insignificante, pero construir algo sobre el nombre de iWatch hubiera inspirado grandeza.
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