Durante milenios la humanidad soñó con tocar el cielo. Hasta hace muy poco en nuestra historia fuimos animales terrestres, pero desde que logramos elevarnos tendemos a buscar nuevas altitudes. La Luna ya no es suficiente: necesitamos llegar a Marte. Como especie vamos hacia arriba ―literalmente―, pero como individuos nos sentimos desprovistos de esas posibilidades porque los que vuelan son muy pocos.

Claro, muchos hemos viajado en aviones y hemos visto lo diminuta que se ve una montaña o una ciudad desde el cielo, pero no vuelo todos los días, como tú tampoco, lector. Y sobre todo no volamos al trabajo ni al súper ni a visitar a mamá en otra ciudad. El sueño del carro volador, que hemos tenido en distintas versiones desde Julio Verne hasta Volver al Futuro, sin olvidar a Los Supersónicos, todavía está muy lejos de nosotros.

Los prototipos actuales de carro volador son demasiado inconvenientes y caros. La mayoría son modelos híbridos de carro con avioneta y funcionan con gasolina. Para volarlos desde una ciudad es obligatorio por ley manejarlos hasta un aeropuerto y de ahí realizar el despegue. La mayoría de ellos cuesta alrededor de $250,000 USD. Por ese mismo precio resulta más económico y cómodo, a largo plazo, comprar una avioneta y utilizar cualquier alternativa en el lugar de destino, sea rentar un carro o pagar taxi o Uber. Digamos que el nicho de mercado de los carros voladores actuales satisface a muy pocas personas.

Algunos inconvenientes a la hora de volar al trabajo

En nuestro enamoramiento con el auto volador, con la idea de manejar al trabajo desde casa y esquivar el tráfico elevando el vehículo a los cielos, maniobrar entre nubes y aterrizar sin inconvenientes en nuestro lote asignado en la oficina, olvidamos que volar un vehículo requiere entrenamiento especializado y certificaciones legales. Para fines dramáticos, imaginemos que de un día para otro todos tenemos carros voladores. El número de accidentes que ocurrirían durante la primera hora de su materialización sería incontable.

Es probable que muchas personas que manejan todos los días al trabajo nunca puedan sacar un permiso tradicional para manejar un vehículo volador porque nunca pasen las certificaciones. Y si tomamos en cuenta que lo que queremos es reducir nuestros niveles de ansiedad producidos por los embotellamientos, volar nuestro automóvil al trabajo no parece una buena solución.

Para manejar un helicóptero se requiere tanto una mente completamente despejada y fría, como agilidad y una alta capacidad de concentración para ejecutar maniobras de emergencia. Manejar un automóvil también requiere estas habilidades, pero en grado menor. Sacar el carro volador para llegar al trabajo a tiempo porque se nos hizo tarde, con la taza de café todavía en la mano, la ropa a medio arreglar y pensando en lo que soñamos hace 15 minutos, es una receta para el desastre.

Pasará poco tiempo antes de que saquemos el celular a medio vuelo porque estamos seguros de que no va a pasar nada. De que hablemos por teléfono en el aire. De que nos maquillemos en el cielo. De que comamos un combo con papas y refresco grande porque no tuvimos tiempo de desayunar en casa. Todo lo que hacemos en nuestro vehículo en tierra lo haremos en el cielo tarde o temprano.

Por donde lo veamos, la idea de los carros voladores como tal suena más peligrosa que la escena donde Korben Dallas conoce a Leeloo en El quinto elemento. Quizás esa no sea la solución a nuestros problemas de tránsito.

El futuro está en los drones autonómonos

Una vez más, parece que nuestro futuro dependerá de la inteligencia artificial y de las capacidades del software y de las máquinas para hacer trabajos de manera más eficiente que los humanos. En el departamento de carros voladores también es cierto.

Larry Page de Google lleva varios años invirtiendo en drones y prototipos de carros eléctricos voladores. Desde 2010 Page ha invertido más de $100 MDD en Zee.Aero, una compañía de California que patentó hace poco un prototipo de vehículo que despega y aterriza de manera vertical. El directivo también respaldó la startup Kitty Hawk, quienes ubicaron su taller frente al de Zee.Aero. Ambas compañías ahora trabajan en conjunto para desarrollar un vehículo volador.

Recordemos que Google está desarrollando tecnología para vehículos autónomos, lo que nos da el espacio para prever el rumbo de las cosas: el vehículo volador que Google respalda y que ayudará a sacar al mercado para el pequeño consumidor, será un vehículo autónomo volador, es decir un dron tripulado. La pregunta es por qué Elon Musk no trabaja en algo parecido, aunque con los pasos de gigante que ha dado SpaceX para crear un sistema autónomo de abastecimiento espacial, así como de exploración y colonización espacial, quizá sólo es cosa de que perfeccionen la tecnología para que veamos un Tesla volador autónomo.

Para que eso sea posible no sólo hace falta la tecnología, sino muchos cambios en regulaciones y leyes, tanto de tránsito terrestre como aéreo. Y no hablemos de infraestructura. Amazon lleva tiempo presionando a la Administración Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés) para que le permita hacer envíos por medio de drones. Parece que las primeras reglamentaciones ya están en proceso y el modelo puede servir para aplicar a otras legislaciones, como la mexicana.

Pero un vehículo autónomo volador requeriría leyes muy específicas, así como de software para monitoreo del espacio aéreo. Y no hablemos de infraestructura física. Quizás hagan falta más de 20 años para que esas cosas sucedan.

El primer paso: taxis autónomos

Donde las aplicaciones de vehículos voladores pueden adelantarse es en el transporte público. Quizá falten muchos años para que abordemos nuestra cápsula y revisemos nuestro correo mientras tomamos café y sacamos fotos espectaculares de la ciudad desde el cielo durante los 15 minutos que volaremos al trabajo (en la misma ruta que antes hacíamos 2 horas). Pero es posible que pronto subamos a drones que nos llevarán de un punto a otro de forma eficiente y limpia, en una ruta preprogramada.

Nevada tiene la intención de ser el primer lugar del mundo donde operen este tipo de vehículos y firmó un acuerdo con la compañía EHang para comenzar pruebas antes de que finalice el año. El trato, que cuenta con el apoyo del Instituto de Nevada para Sistemas Autónomos (NIAS, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Desarrollo Económico de Nevada, es tanto para realizar pruebas como para comenzar regulaciones para operar este servicio en el estado.

El taxi autónomo EHang 184 es un dron que carga a un pasajero. No tiene piloto, ni en tierra ni en la máquina. El pasajero se sienta en el vehículo, da una dirección al sistema de navegación del dron y puede decidir la ruta de vuelo. Si el proyecto funciona, en el futuro el sistema central de EHang se encargará de ofrecer rutas prediseñadas y de coordinar todos los vuelos de drones para evitar entrecruces de rutas. Este taxi pesa 200 kilos y puede volar hasta a 100 kilómetros por hora. El dron es completamente eléctrico y cuenta con la capacidad de buscar un punto para aterrizar de manera inmediata si falla cualquier sistema.

Quizá faltan muchos años para que veamos un sistema así en América Latina, pero si Nevada y Amazon logran acelerar la creación de leyes nuevas, así como estándares de seguridad, probablemente no sea un sueño imposible volar a la oficina un día con servicio de taxi volador o con un carro eléctrico volador propio. Eso sí, manejado por una inteligencia artificial que, a diferencia de nosotros, no comete errores ni se distrae cuando una parvada de pericos vuela al lado de nuestro vehículo.