Cuando Microsoft presumió que iba a comprar Nokia para llevar Windows Phone al bolsillo de cada persona en el mundo, muchos no pudimos evitar ser escépticos. ¿Cómo competir contra iOS y Android que ya eran las fuerzas dominantes y, por otro lado, enfrentar a los fabricantes asiáticos en un mercado de smartphones cada vez más saturado? Un par de años y $8.5 mil millones de dólares después, el escepticismo demostró tener un fundamento acertado: Microsoft acaba de declarar como pérdida total lo que compró de Nokia y en consecuencia, despedirá a 1850 empleados que trabajan en su unidad de dispositivos y servicios (Microsoft Mobile Oy). En pocas palabras, la compañía le puso los últimos clavos al ataúd de Windows Phone.
Hay quienes dirán que Microsoft hizo su mejor esfuerzo frente a una competencia imposible y hasta defenderán las acciones que tomó la compañía a lo largo de los últimos años, pero la realidad es que su terrible situación en el mundo de los móviles es resultado de pésimas decisiones que comenzaron cuando Nokia todavía tenía millones de seguidores, una época en la que Windows Vista apenas se estrenaba y el iPhone estaba dando inicio a una revolución. En su intento por mantener el liderazgo en la industria de la PC —que irónicamente también está enfrentando problemas—, Microsoft perdió de vista el panorama global, en el que los smartphones estaban cambiando al mundo. Para cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde.
Pero el fatídico destino de Windows Phone no es sorpresa, en realidad fue una muerte anunciada hace un año, cuando Microsoft dijo que los $7.2 millones invertidos para comprar la división de productos y servicios de Nokia era un siniestro total (pérdida absoluta, en términos financieros) y que tendría que despedir a 7800 personas de su área de móviles. En ese entonces parecía una purga de Satya Nadella para deshacerse de lo que no estaba funcionando; tiempo más tarde fue evidente que era sólo el principio de una nueva mentalidad en Microsoft para acercarse a los dispositivos móviles. Porque ¿de qué otro modo se explicaría que algunas de sus apps más novedosas, incluyendo Office, estuvieran disponibles primero en Android y iOS, que en Windows Phone?
En palabras del CEO, "Microsoft existe para darle el poder a otros, personas y organizaciones, de lograr más, en términos de productividad y creatividad. Al hablar de smartphones, no se trata de hacer lo que ya se puede, sino de hacer mucho más". El deseo genuino de innovar y de crear algo único está ahí, sobre todo a través de crear experiencias unificadas: de llevar tu perfil a Xbox One, luego a una PC, para terminar con un Lumia en la mano y unos HoloLens frente a los ojos, todo con ayuda de Windows 10. El problema es que la cultura corporativa de Microsoft sigue en conflicto. Al echar su división de móviles por la borda la compañía tendrá, en teoría, mejor oportunidad para concentrar sus recursos y crear algo más interesante, claro, para eso necesita tomar decisiones correctas.
Sin los Lumia muy poca gente hubiera tenido interés en probar Windows Phone
Y es que la falta de visión de Microsoft en este tema se remonta a la era de Steve Ballmer y Windows como plataforma de negocios. Para la creación de Windows Vista se invirtieron miles de horas hombre en innovación —algo que se presumió hasta el fastidio—, desafortunadamente el sistema operativo no causó el impacto que sus creadores esperaban. Era mejor que Windows ME, sí, por mucho, pero no fue una revolución. Casi al mismo tiempo Steve Jobs estaba poniendo la piedra angular de una nueva era, con el iPhone, lo que empujaría a Apple a una relevancia sin precedente. Fue un momento clave para compañías que eran consideradas rivales, en el que cada una tomó una dirección muy diferente.
Lo curioso es que los primeros intentos de Windows Mobile tenían excelentes fundamentos, incluso con el uso forzoso de un stylus. Se trataba de una evolución significativa de lo que ofrecían Palm OS y BlackBerrry, aunque había un defecto grave: Microsoft estaba obsesionado con llevar la esencia de Windows a todas partes, sin importar las consecuencias. Mientras tanto Apple no se preocupó en adaptar Mac OS a un nuevo dispositivo —el iPhone—, simplemente creó una nueva plataforma y perfeccionó el concepto del ecosistema de apps; después Google, quien no tenía experiencia en sistemas operativos, potencializó ese contexto para crear el explosivo fenómeno de Android.
¿Cómo es que Microsoft no logró lo mismo si tenía tanta experiencia en software? La respuesta, lamentablemente, se debe a una falta de identidad y a continuas inconsistencias. Windows Phone 7 y sus mosaicos dinámicos (Live Tiles) fueron una innovación importante, dado que simplificaban y mejoraban la experiencia de navegación en un teléfono, pero nunca se ganaron un lugar en el corazón de suficientes personas debido a que muy pocos dispositivos podían recibir la siguiente versión. Windows Phone 7.5 Mango, Windows Phone 8, Windows Phone 8.1, cada que Microsoft hizo un relanzamiento de su plataforma dejó atrás a quienes ya lo seguían, sin darles mucha alternativa para actualizar. Es más, todavía hay modelos de Lumia que no han recibido Windows 10, a pesar de que son compatibles. Y por si fuera poco, Microsoft se ha metido el pie en repetidas ocasiones, el ejemplo es Kin —basado en Windows CE—, que proponía un concepto de teléfono muy similar a Windows Phone, pero a la vez era algo distinto; casos como este son evidencia de las luchas internas para establecer una identidad sin que nadie tenga idea clara de hacia dónde ir.
La estrategia de apps universales evidentemente no funcionó y no es por falta de esfuerzos, ni de ingenio —Continuum es una gran idea—, simplemente le hizo falta a Microsoft un dispositivo, en lugar de varios, que generara suficiente atención de la gente y, en consecuencia, también de los desarrolladores. El ecosistema de Windows Phone siempre padeció por falta de apps, lo que a su vez terminaba por alejar a la audiencia. Nunca fue una situación fácil y si a eso sumamos los errores, tiene sentido que Microsoft esté en tan complicada situación dentro del mundo de los móviles.
No queda muy claro qué sucederá con todas las iniciativas que están alrededor de Windows Phone; tal vez no desaparezcan, porque al final sigue la expectativa de que en algún momento del futuro lanzarán un Surface Phone. Si ese es el caso, ¿tendrá una propuesta suficientemente innovadora o simplemente no aportará nada nuevo y además llegará demasiado tarde? Microsoft se ha resistido sistemáticamente a crear dispositivos que encajen en una única categoría —la Surface es un híbrido de PC y tablet—, así que ese teléfono podría romper algunos esquemas de diseño, el desafío es que también lo haga en términos de funcionalidad.
Lamentablemente un smartphone con la etiqueta de Surface no será suficiente para rescatar a Windows Phone; la interrogante es si hay algo que pueda sacarlo de ese agujero. Microsoft ya gastó una fortuna, dedicó varios años de esfuerzos y cambió de estrategia constantemente, además de que trató de crear alianzas con fabricantes y hasta hizo la reestructuración corporativa, pero al final nada funcionó. Para que Windows Phone siga existiendo como proyecto —y como sueño—, Microsoft necesita darnos una razón auténtica e irrefutable para tenerlo en el teléfono, aunque antes de darnos esa razón tal vez debería contestarse a sí mismo esa pregunta y cuando tenga la respuesta, ponerse a trabajar en hacerla realidad.
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