Estamos acostumbrados a pensar que cada sentido es característico a un órgano del cuerpo porque es lo que se nos ha enseñado en la escuela. Sin embargo, cada órgano puede tener más capacidades sensoriales de las que pensamos.
¿Sabías que puedes oler con tu boca? Puedes comprobarlo mediante un experimento casero que puede ser el pretexto perfecto en una reunión, ya que involucrará una copa de vino de la mejor calidad posible y una pinza, como las que usas para la ropa. Si harás esta actividad con niños o con amigos que no beben, será mejor reemplazar el vino por chocolate para mesa, jugo o café.
Para iniciar necesitaras una copa, una pinza y el vino. Una vez reunidos, práctica estos pasos:
• Llena la copa con vino (o el líquido palatable y aromático de tu elección)
• Coloca la pinza en tu nariz. Tapa por completo tus orificios nasales.
• Bebe de la copa, absorbiendo la máxima cantidad que puedas contener en la boca.
• Mueve el vino en tu boca como si fuera enjuague y libera la pinza de tu nariz.
Al hacer este experimento te darás cuenta de que gran mayoría de los placeres gastronómicos están más relacionados con el olfato que con el gusto. Al probar cualquier alimento, no solo disfrutamos su sabor, sino que su aroma determina en gran parte cómo lo captamos. Cuando pruebes algo que te guste mucho, será interesante hacer consciente de la importancia que tiene su olor para que esto suceda.
Esto se debe a dos tipos de percepción olfativa: ortonasal y retronasal. La percepción ortonasal se manifiesta al oler solamente con la nariz, mientras la retronasal se origina en la cavidad bucal, y ésta última es la que aporta los matices sensoriales superiores y más complejos.
Este experimento puede ser una práctica común para descubrir más sobre tus sabores favoritos. Practicarlo en gran medida puede llevarte a desarrollar mayor sensibilidad ante alimentos que tal vez no debas comer, o bien, convertirse en un repentino talento para cocinar y para diferenciar la calidad de un vino.
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