Desde que los microondas entraron a todas las cocinas, se han generado miedos y mitos alrededor de ellos. El más famoso es que calentar comida en uno de estos aparatos te dará cáncer, por lo que hay muchas personas que prefieren alejarse de los microondas mientras están en funcionamiento para que no los afecte la posible “radiación”.
Para llegar al fondo de los mitos, primero debes saber el origen del microondas que, como muchos grandes inventos, se descubrió por accidente. En la Segunda Guerra Mundial, Percy Spencer, ingeniero estadounidense, buscaba diferentes tipos de onda para mejorar el radar y experimentaba con un magnetrón; mientras analizaba estas ondas, se dio cuenta que el chocolate que traía en el pantalón, se había derretido. El científico experimentó con otros tipos de comida y se dio cuenta de que la baja densidad de las microondas calentaba los alimentos.
Si quieres saber más puedes leer: ¿Cómo funciona un horno de microondas?
Al pasar de los años se perfeccionó la tecnología y ahora es uno de los electrodomésticos más comunes en los hogares. Una de las características que lo hace tan popular es la facilidad con que funciona: sólo hace falta conectarlo a la corriente para que convierta la electricidad en ondas de radio de alta frecuencia y pequeña longitud que calientan la comida.
La ciencia detrás del microondas es simple, pues sólo consta de un magnetrón que transforma la energía eléctrica en microondas de energía electromagnética. En muchos modelos hay un ventilador que reparte las microondas por la caja para que reboten dentro de ella y calienten la comida uniformemente. Cuando las microondas chocan contra la comida, estas agitan sus moléculas de agua y grasa cuyo movimiento genera calor, pues entre más movimiento hay en las moléculas, más se calientan.
¿Puede causar cáncer? No. Las microondas sólo tienen la potencia para mover las partículas de agua en la comida, sólo eso. También existe la creencia de que al calentar la comida en este aparato, las ondas afectan su valor nutricional, pero las microondas no pueden romper los enlaces químicos y quitarle los nutrientes a la comida.
Realmente las únicas transformaciones que puede experimentar tu comida se deben a la temperatura —igual que si lo hicieras en la estufa—, pero muchos nutrientes se descomponen al entrar en contacto con cualquier tipo de calor. De hecho, hay un estudio de Harvard que demuestra que el microondas conserva más nutrientes porque es muy rápido (a comparación de hervir o asar la comida) y utiliza poca agua.
Tampoco es necesario que te alejes un metro del microondas cuando está funcionando. La caja está diseñada para que las ondas no salgan de ella. Además, por ley, la potencia del microondas sólo llega a 5 mW/cm2, mucho menor a la que se necesitaría para causar daño a tu salud.
No hay manera en que la radiación del microondas sea comparable a la de una bomba atómica. De hecho, las microondas no son radioactivas, son electromagnéticas por lo que no pueden afectar tu comida de manera significativa.
Lo único con lo que debes tener cuidado es el recipiente que usas, lo más recomendable es que metas tus alimentos en plásticos, cerámicas o vidrios que estén diseñados para microondas, pues los metales las reflejan y podrían dañar el aparato y hasta causar un pequeño incendio.
En conclusión, cuando metes tu plato al microondas, sólo agitas las moléculas de agua en tu comida, nada más y por si aún tienes dudas, hay comunicados de la Organización Mundial de la Salud que indican que no hay peligro para tu salud al usar microondas.
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